Por Rita Gasalla, CEO de Galöw.
Hasta ahora, nunca había entendido el fenómeno de los fans. Me preguntaba cómo era posible experimentar esa euforia, esa conmoción por un desconocido. Los gritos, el llanto, el afán de los autógrafos y las selfies, todo eso me parecía inverosímil, exagerado.
Desde luego que sé lo que es sentir admiración por otros, por su trabajo, sus experiencias o sus rasgos más humanos. Sin embargo, nunca había llegado al punto de conmoverme tan profundamente como cuando conocí a Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz y creador de uno de los emprendimientos sociales más potentes de los que hayamos tenido noticia; el Grameen Bank, conocido globalmente como el “banco de los pobres” por su maravillosa apuesta por las microfinanzas y microcréditos dirigidos a mujeres en Bangladés y más tarde en distintos países del mundo.
El encuentro tuvo lugar recientemente en Basilea, Suiza, en el Global Summit of Woman, al que tuve la oportunidad de asistir. Y fue ahí, en medio de un auditorio colmado de talentos y mujeres líderes de todos los sectores, edades y resortes, que le escuché por primera vez en vivo. Su voz y sus maneras son suaves y amables, aunque sus mensajes revelen la urgente necesidad global de combatir la pobreza, la inequidad y las barreras de género.
Yunus inspira. Llevo años siguiendo de cerca su trayectoria y su labor, sus aciertos y críticas, y ha sido un un caso ejemplar que hemos discutido incluso con mis hijos. Para mi es una de las personas vivas que mejor responde a la definición de líder. Ha sido fiel a su visión y a su misión. Con voluntad y esfuerzo ha tenido un enorme impacto social, sacando de la pobreza a millones de personas.
Su trabajo ha revelado que la autonomía económica, definida por la Cepal como “la capacidad de las mujeres de generar ingresos y recursos propios a partir del acceso al trabajo remunerado en igualdad de condiciones que los hombres”, es todavía un asunto que puede y debe ser abordado desde distintas perspectivas, una de ellas es precisamente facilitando el acceso a la financiación y al crédito, para que estas mujeres puedan explorar sus habilidades creando negocios, invirtiendo en sus ideas y consolidando la confianza en ellas mismas.
Habrá quienes argumenten que no resuelve el problema del todo, sin embargo, no deja de ser una propuesta viable y exitosa para que las sociedades más afectadas por la desigualdad extrema y la pobreza puedan orientar sus esfuerzos hacia un futuro que incluya a todos sus miembros.
De Yunus, entre muchas otras cosas, he tenido la posibilidad de comprender cómo la confianza es el principal activo social de una comunidad, sin importar donde se encuentre. Si confiamos en los nuestros hallaremos posibilidades inimaginables de resolver los desafíos que tenemos.
Al verle bajar del escenario, tuve el impulso de buscarle. Me acerqué, le saludé, expresé mi admiración y sentí –como esos fans incomprendidos- una emoción inagotable. Estaba hablando con una de las personas que realmente ha cambiado algo en el mundo. Su sonrisa era contagiosa y su sencillez inesperada.
El mundo necesita más ídolos como él. Más personas que estén dispuestas a sumar y a construir, a proponer y, por último, a actuar y sonreír con humildad cuando los fans se acerquen a pedirles una foto. ¿Por qué esto último? Quizás para que más personas crean, apoyen y ojalá reproduzcan su trabajo. Para que más que la euforia momentánea, perduren la inspiración y las ideas.