Por Rita Gasalla, CEO de Galöw.
Nuestro estado de salud y niveles de bienestar están estrechamente ligados a los lugares en los que vivimos, trabajamos y estudiamos. El verdadero asunto con los “edificios enfermos” es lo enfermantes que pueden llegar a ser.
Una alergia, una jaqueca, un problema respiratorio. ¿Qué posible relación podría tener todo esto con los espacios que frecuentamos? Mucha más de la que conocemos.
Entrados los años 80, un informe de la Organización Mundial de la Salud advirtió que “hasta un 30% de los edificios nuevos y remodelados alrededor del mundo, podían generar un número excesivo de quejas relacionadas con la mala calidad del aire interior”. Desde entonces, ese mismo organismo sugirió el término de Síndrome del Edificio Enfermo como “un conjunto de molestias y enfermedades ocasionadas en las edificaciones”.
Sus patologías -por así decirlo- se dividen en físicas, causadas por la humedad y la suciedad; mecánicas o lesiones que se deben a factores como grietas, fisuras, deformaciones, desprendimientos y erosión; y químicas, derivadas de la oxidación, corrosión, eflorescencias u organismos vivos. ¿Cuánto afecta esto a la salud de las personas?
La misma OMS ha sugerido que se habla de un edificio enfermo si provoca un conjunto de síntomas en al menos un 20% de sus habitantes. A esto podemos añadir que los seres humanos pasamos de promedio un 90% de nuestra vida en espacios cerrados; en especial los jóvenes, a quienes ya se les apoda como la generación indoor.
Lo cierto es que la mayoría de las personas podrían no ser conscientes de que el ruido, una pintura, una alfombra, o la falta de luz y ventilación están provocándoles serios problemas de salud. La lista de enfermedades va desde jaquecas, influenza, rinovirus y neumonía, hasta la lipoatrofia semicircular e incluso desórdenes de la tiroides en mujeres.
Durante años distintas instituciones a nivel internacional han realizado estudios al respecto: la OMS, el International Well Building Institute (IWBI), la Universidad de Harvard, la Enviromental Protection Agency (EPA) y el Passivhaus Institute son algunos de ellos. Sin embargo, el tema aún no ocupa el espacio que debería en la agenda pública.
En España, son muy pocas las empresas y profesionales de la construcción que entienden y trabajan con criterios de arquitectura saludable -Galöw es pionera en este concepto en el país-. Los edificios que se están construyendo actualmente ponen el énfasis en el medio ambiente, la eficiencia energética y todo lo que tiene que ver con los recursos que ofrece nuestro planeta, pero la salud del usuario no parece estar dentro de sus prioridades.
Y esto importa, porque la arquitectura es una expresión de lo que buscamos como sociedad para nosotros mismos. Todos los edificios que construyamos estarán allí durante años y sus efectos alcanzarán a personas que incluso no han nacido todavía.