Todas las entradas de: Comunicación Rita Gasalla

Rita Gasalla participó el pasado 10 de mayo en la mesa redonda organizada por The Family Watch en el Congreso de los Diputados para celebrar el Día Internacional de las Familias bajo el título «Urbanismo y migración internacional».

Gasalla, que intervino como presidenta del Observatorio de Arquitectura Saludable (OAS), hizo un llamamiento a la reflexión para desarrollar espacios urbanos que reduzcan los tiempos de desplazamiento y ofrezcan a los residentes todos los servicios en su barrio.

La presidenta del OAS destacó la importancia de los espacios naturales que favorezcan los paseos y combatan los comportamientos sedentarios. Además, según Gasalla, los jardines y árboles mejoran la calidad del aire y rebajan el nivel de ruido que causa «nerviosismo, estrés e incluso la muerte».

Otros factores importantes para las personas en los espacios construidos son «que el sol entre en las casas; que éstas cuenten con terrazas y espacios abiertos para evitar problemas de salud mental como los que hemos detectado con la pandemia y que tengan una buena ventilación porque la contaminación se multiplica en el interior hasta en cinco veces y eso afecta a nuestra salud y rendimiento intelectual».

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Rita Gasalla interviene en el programa Estamos como Queremos, que dirige y presenta la periodista Elena Marquínez para hablar junto al arquitecto Alfonso Vegara, fundador y presidente de la Fundación Metrópoli de las ciudades del futuro.


Las ciudades son motores de la economía global y un factor clave en la lucha contra el cambio climático y la pobreza. El diseño de las ciudades puede transformar la vida de los ciudadanos, su bienestar y salud y hasta su esperanza de vida.

Se calcula que entre el 80% y el 90% de la población mundial vivirá en 2050 en las ciudades. Las nuevas tecnologías, programas creados por la Inteligencia Artificial, nos permiten diseñar las ciudades del futuro, haciéndolas más eficientes, sostenibles, seguras y saludables.

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Recientemente leía un artículo que aseguraba que un edificio inteligente es aquel que emplea la tecnología más avanzada y reduce los costes de funcionamiento. Indudablemente esos aspectos son fundamentales, pero habría que añadir que no hay edificio inteligente si no es saludable.

La pandemia nos ha obligado a repensar los espacios de trabajo, para que además de innovadores, tecnológicamente avanzados y eficientes, sean seguros y saludables.

Ahora, esos espacios deben responder a las necesidades de las personas, con un nuevo modelo, flexible, que permita distintas formas de trabajar; que atraiga y retenga el talento y que ofrezca mejores experiencias a los usuarios. Todo ello sin incrementar costes.

En este contexto, se abren paso nuevos conceptos como el “agile workplace”, un espacio de trabajo ágil, como su nombre indica, en el que un equipo de personas, con libertad y autonomía, construyen colectivamente en un entorno que favorece la comunicación y la relación entre compañeros. Y, además, reduce el estrés, mejora el ambiente laboral y el compromiso con la empresa.

Todos podemos comprender que este ambiente amable favorece la creatividad y la productividad de los equipos. Las empresas son más conscientes que nunca de que para ser competitivas deben proteger y potenciar su principal activo, el capital humano. Y aquí es donde entran en juego la Arquitectura Saludable y la neuroarquitectura, porque los espacios construidos, como certifican prestigiosos estudios realizados al respecto, impactan en el bienestar físico y mental de las personas y en su productividad.

Como decía, no hay entorno inteligente, si no es saludable. Y eso lo medimos con parámetros que nos permiten detectar qué beneficia y qué perjudica a las personas y cómo, por lo tanto, podemos reducir los costes por absentismolaboral.

¿Qué factores medimos para saber si un espacio de trabajo es saludable? Los fundamentales son la calidad del aire; el confort acústico e higrotérmico y la iluminación.

Sobre la calidad del aire se ha escrito mucho en los últimos años por razones obvias. Lo cierto es que estudios anteriores a la pandemia ya alertaban sobre la importancia de ventilar y filtrar el aire que respiramos, para eliminar las partículas nocivas y para potenciar la capacidad intelectual de las personas.

Los espacios mal ventilados nos provocan dolor de cabeza, fatiga, congestión nasal, mareos, náuseas…Este conjunto de síntomas derivados de la exposición prolongada a espacios mal ventilados, ya se definió en 1984 por la Organización Mundial de la Salud, como el síndrome del edificio enfermo (SBS). Yo prefiero llamar a ese tipo de edificios enfermantes para que se entienda que es el edificio el que provoca problemas de salud a las personas.

Estudios realizados por el “International Well Building Institute” demuestran que una mejor calidad del aire incrementa la productividad entre un 8% y un 11%.

También alertan sobre otros factores como el ruido que puede reducir la eficiencia en el trabajo hasta un 60%.  Para evitar el ruido, es tan importante el aislamiento como el acondicionamiento acústico de los espacios. El ruido afecta a nuestro bienestar físico y mental, reduciendo nuestra concentración e influye negativamente en la calidad de nuestro trabajo. También altera los sistemas cardiovascular y endocrino.

Otros de los factores clave son temperatura y humedad. Todos sabemos que los valores para alcanzar el confort higrotérmico varían entre los diferentes individuos, pero debemos automatizar el ajuste a las preferencias de los usuarios, ya que, si trabajamos en condiciones térmicas desfavorables y con niveles de humedad inadecuados, podemos sufrir dolores de cabeza, cansancio, problemas de concentración, irritabilidad y hasta alteraciones cardiacas.

En la iluminación, lo ideal es aprovechar al máximo la luz natural durante el día, y complementarla con iluminación artificial con buena reproducción cromática y a ser posible adaptada a los ritmos circadianos, aquellos que regulan a lo largo del día procesos biológicos como el sueño. La calidad, intensidad y dirección de la luz condiciona nuestro confort visual y es fundamental para poder dormir bien y evitar dolores de cabeza. Una iluminación incorrecta reduce nuestro rendimiento.

Hay además otros factores importantes como la naturación. Introducir plantas vivas tiene un probado efecto positivo en nuestro estado de ánimo, nos inspiran y purifican el aire. Estudios de las Universidades de Cardiff y Exeter certifican que tener plantas o disfrutar de buenas vistas aumenta la productividad hasta un 15%.

Los espacios impactan en nuestra salud física y mental, y, la neuroarquitectura, analiza científicamente cómo los entornos modifican nuestras emociones y nuestros procesos cognitivos. Es una herramienta muy útil que traslada las sensaciones que nos provocan los espacios construidos a datos medibles.  Surgió a mediados del siglo pasado, a raíz de la experiencia del virólogo Jonas Salk, descubridor de la vacuna de la polio. Un viaje a Italia, y un entorno único, como la Basílica de San Francisco de Asís, le permitieron terminar con éxito sus investigaciones. Más tarde contactaría con el arquitecto Louis Kahn con el que construyó el Instituto Salk, referencia mundial en biología y neuroarquitectura.

Esta disciplina lleva décadas entre nosotros, y en la actualidad se complementa con la arquitectura saludable, el agile workplace, del que hablamos al principio, o el lean office, una filosofía de trabajo que tiene como objetivo optimizar las tareas administrativas, ahorrando costes e incrementando la productividad.

Estamos construyendo un nuevo paradigma sustentado en los pilares de la salud, el bienestar, la inclusión y la sostenibilidad, que es además de social, competitivo y rentable.

Publicado con anterioridad en la Revista IFMA edición nº 17

Rita Gasalla, CEO de Galöw y el doctor Carlos Macaya, presidente de la Fundación del Corazón, charlan con la periodista Elena Marquínez, directora y presentadora del espacio «Estamos como queremos» sobre el papel de las ciudades en la prevención de las enfermedades cardiovasculares, primera causa de muerte en el mundo.

Como explicó Gasalla,  la Arquitectura Saludable puede hacer mucho para mejorar la salud cardiovascular de los ciudadanos, promoviendo el ejercicio físico con zonas peatonales que resten protagonismo al coche. También con la arquitectura de elección, que es aquella que nos presenta las opciones más saludables que nos alejan del sedentarismo.

De esta forma, además de mejorar nuestra salud, ayudamos a reducir la contaminación atmosférica y acústica que tanto daño causan en nuestras ciudades;  fortalecemos la relación de las personas en su comunidad; promovemos el ahorro energético y contribuimos a respetar el medio ambiente.

Escucha aquí el programa completo.

Uno de los grandes aprendizajes que nos está dejando la pandemia es que el entorno en el que vivimos y trabajamos influye en nuestra salud, nuestro estado de ánimo y nuestra productividad.

¿Qué es lo que pasa en nuestro cerebro cuando día tras día tenemos que movernos en ciertos espacios cerrados? ¿Qué reacciones provocan los diferentes colores, proporciones, las vistas, la iluminación, la calidad del aire o los sonidos?

Hoy podemos responder a estas preguntas gracias a la neuroarquitectura. Podemos incluso saber cómo impactarán los espacios que estamos proyectando en las personas que los van a ocupar antes de su construcción. Esto importa ya que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), nos pasamos de promedio el 90% de nuestra vida en espacios cerrados. Nuestro entorno, el más próximo de nuestras viviendas u oficinas, y el más amplio de nuestros barrios y nuestras ciudades, impacta en nuestra salud y procesos cognitivos. Está probado, por ejemplo, que tener zonas verdes próximas reduce los niveles de cansancio mental y estrés y aumenta nuestro bienestar.

La neuroarquitectura es un área de la arquitectura que, con datos y evidencias científicas en mano, analiza de forma objetiva y sistemática cómo los espacios construidos modifican nuestras emociones y nuestras capacidades. Su objetivo es construir espacios que mejoren la productividad y el bienestar de las personas. Esta disciplina, traslada las sensaciones que nos provocan los espacios a datos medibles, lo que nos permite analizar desde el punto de vista científico qué nos provocan los espacios construidos y buscar soluciones utilizando herramientas médicas e innovaciones tecnológicas.

Mide por ejemplo la actividad de nuestro cerebro si entramos en una habitación pintada de amarillo o con una temperatura más fría. Qué pasa si tocamos un material rugoso o si la habitación es redonda. Encada caso, los niveles de estrés y ansiedad, cambian. La frecuencia cardiaca varía. Utilizando unas gafas de realidad virtual, podemos obtener estos datos y tomar decisiones para que nuestros proyectos transmitan serenidad y mejoren nuestro rendimiento.

Leer artículo completo publicado el 24 de enero de 2022 en Elle Decor